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Debido a la escasez de tiempo por asuntos escolares entre otros, dedicaré a proveer información de la autora Edith Hamilton de su libro Mitología una hora como mínimo todos los días. Este blog se irá construyendo poco a poco, les pido paciencia.
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sábado, 30 de marzo de 2013

LAS PLÉYADES

Eran las siete hijas de Atlas, y se llamaban Electra, Maya, Taígete, Alcíone, Mérope, Celeno y Astérope. Orión, enamorado, las cortejaba a todas, pero siempre se le escapaban. Él perseveró hasta que Zeus, compadeciéndose de ellas, las colocó en el cielo como estrellas. Pero se dice que incluso allí Orión continuó con su acoso, siempre inútil, aunque persistente. Mientras vivieron en la tiella, una de ellas, Maya, fue la madre de Hermes. Otra, Electra, tuvo a Dárdano, el fundador de la estirpe troyana. Aunque hay consenso en que eran siete, sólo se ven con claridad seis estrellas. La séptima es invisible excepto para los que disfrutan de una vista muy aguda.

Mitos breves, Edith Hamilton.


LAS HÍADES

Las híades, hijas de Atlas y medio hermanas de pléyades, eran las estrellas de la lluvia, y se decía que la atraían porque en las épocas en las que aparecen y desaparecen, en mayo y en noviembre, suelen ser las más húmedas. Eran seis, y Zeus las convirtió en estrellas para premiarlas por haber cuidado de Dionisio, al que les entregó cuando era bebé.

Mitos breves, Edith Hamilton.


CALISTO

Era hija de Licaön, un rey de Arcadia que había sido convertido en lobo como castigo a un gran pecado: había servido carne humana en la mesa de Zeus siendo el dios su invitado. Él se merecía el castigo, pero su hija, inocente de todo mal, sufrió tanto como él.
     Zeus la vio cazando en la comitiva de Artemis, se enamoró de ella y la hizo madre. Hera, en uno de sus terribles ataques de celos, convirtió a la doncella en una osa después de que naciera el niño. Cuando éste creció y salió a cazar, la diosa colocó a Calisto ante él, tratando de que disparara a su propia madre, de lo que por supuesto el joven era ignorante. Pero Zeus se llevó a la osa y la situó entre las estrellas, donde se llama la Osa Mayor. Más tarde, su hijo Árcade ocupó un lugar junto a ella, y se llama la Osa Menor. Hera, enfurecida porque su rival se le concediera tanto honor, convenció al dios del mar de que prohibiera a las osas descender al océano como las demás estrellas. Y por eso son las únicas constelaciones que nunca aparecen por debajo del horizonte.

Mitos breves, Edith Hamilton.