Del contenido

Debido a la escasez de tiempo por asuntos escolares entre otros, dedicaré a proveer información de la autora Edith Hamilton de su libro Mitología una hora como mínimo todos los días. Este blog se irá construyendo poco a poco, les pido paciencia.

viernes, 5 de abril de 2013

ATENEA (MINERVA)

Era hija sólo de Zeus, no nació de una madre: ya desarrollada y con la armadura completa surgió de su cabeza. En la primera referencia que tenemos de ella, la Ilíada, se la presenta como una diosa guerrera fiera y despiadada, pero en otros lugares sólo guerrea para defender el Estado y el hogar de enemigos externos. Era la principal diosa de la ciudad, la protectora de la vida civilizada, de la artesanía y de la agricultura; la inventora de las brigas y la primera que domó caballos para que los usaran los hombres; y también la hija favorita de Zeus, que confiaba en ella para llevar la terrible égida, su rodela y arma devastadora, el rayo.
     Cuando se habla de ella siempre se una la expresión "ojos garzos" o, como se traduce en ocasiones, "ojos centelleantes". De las tres diosas vírgenees ella era la principal y se la llamaba la Docella, Parthenos, y a su templo el Partenón. En la poesía posterior representa la sabiduría, la razón y la pureza.
     Atenas era su ciudad destacada, el olivo creado por ella su árbol y la lechuza su pájaro.

Los dioses, Edith Hamilton.

HADES (PLUTÓN)

Era el tercer hermano entre los del Olimpo, y a él le correspondieron el inframundo y el gobierno de los muertos. También recibía el nombre de Plutón, dios de la abundancia, de los metales preciosos ocultos de la tierra. Los romanos, al igual que los griegos, lo llamaban por su nombre, pero a menudo lo traducían como dis, que en latín quiere decir rico. Tenía un célebre sombrero o casco que hacía invisible a quien lo usara. Resultaba poco habitual que dejara su oscuro reino para visitar el Olimpo o la tierra, ni nadie le alentaba mucho para que lo hiciera; no era una visita bien recibida. Era cruel e implacable, pero justo: un dios terrible, pero no malvado.
     Su esposa era Perséfone (Proserpina), a quien él se llevó de la tierra e hizo reina en el inframundo.
     Hades era el rey de los muertos, pero no la muerte en sí. A ésta los griegos la llamaban Tánatos y los romanos Orcus.

Los dioses, Edith Hamilton.


POSEIDÓN (NEPTUNO)

Era el soberano del mar, hermano de Zeus y segundo en eminencia después de él. Los griegos de ambos lados de Egeo eran marineros y el dios del mar era de suma importancia para ellos. Su esposa era Anfítrite, una de las nietas del titán Océano. Poseidón disfrutaba de un espléndido palacio bajo el mar, pero podía encontrársele a menudo en el Olimpo.
     Además de ser señor del mar, entregó al hombre el primer caballo, y era venerado tanto por lo uno como por lo otro.

Señor Poseidón, de ti nos viene este orgullo
Los caballos fuertes, los potros, y también el dominio de las profundidades.

La tormenta y la calma estaban bajo su control.

A su orden soplaban los vientos de tormenta
Y se levantaban las olas del mar.

     Pero, cuando conducía su carro dorado sobre las aguas, el estruendo de las olas se sumía en quietud y una paz calma seguía a sus ruedas, que se deslizaban con suavidad.
     A veces se le llamaba "el Agitador de la tierra", y se le mostraba siempre portando su tridente, un arpón de tres puntas, con el que era capaz de sacudir y agitar cualquier cosa.
     Tenía cierta relación con los toros y los caballos, pero el toro estaba relacionado también con muchos otros dioses.

Los dioses, Edith Hamilton.


miércoles, 3 de abril de 2013

HERA (JUNO)

Esposa y hermana de Zeus, la criaron los titanes Océano y Tetis. Era la protectora del matrimonio, y las mujeres casadas su principal preocupación. En el retrato que los poetas hacen de ella se la ve muy poco atractiva; sin embargom en uno de los primeros poemas se la llama.

Hera, entronizada en oro, reina entre los inmortales
Suprema entre ellos en belleza, la gloriosa dama
Todas las deidades del alto Olimpo la reverencian
Y honran incluso como a Zeus, señor del trueno.

Pero todas las informaciones detalladas sobre ella muestran que se dedicó principalmente a castigar a las muchas mujeres de las que Zeus se enamoraba, incluso cuando éstas cedían sólo porque él las obligaba o engañaba. Hera no tenía en cuenta que hubiera sido reticentes o inocentes: las trataba a todas por igual. Su furia implacable las seguía, a ellas y a sus hijos también; nunca olvidaba un agravio. La Guerra de Troya podía haber acabado en una paz honorable, con ambos bandos empatados, si no hubiera sido por su odio hacia un troyano que había juzgado que otra diosa era más hermosa que ella. Hasta que no vio Troya en ruinas, Hera no consideró vengado el agravio de su belleza.
     En un relato importante, el de la búsqueda del Vellocino de Oro, ella es la misericordiosa protectora de los héroes y la inspiradora de sus hazañas, pero es el único. Sin embargo, se la veneraba en todos los hogares como diosa de las mujeres casadas, y a ella se recurría en busca de ayuda.

Ilitía, que asustía a las mujeres en los partos era su hija.
La vaca y el pavo real eran sus animales sagrados y Argos su ciudad favorita.

Los dioses, Edith Hamilton.


domingo, 31 de marzo de 2013

TIRO

Era hija de Salmoneo y tuvo, de Poseidón, dos hijos gemelos a los que abandonó al nacer, temiendo la ira de su padre. Los encontró el hombre que cuidaba los caballos de Salmoneo, y él y su esposa los criaron, llamando a uno Pelias y al otro Neleo. Años después, Tiro se casó y su marido, Creteo, descubrió aquel asunto pasado con Poseidón. Totalmente furioso, la repudió y se casó con una de las criadas de ella, Sidero, que trató muy mal a la infeliz Tiro.
     Cuando Creteo murió, los gemelos se enteraron por su madre adoptiva de quiénes eran sus verdaderos padres y fueron de inmediato en busca de Tiro, para revelarle la verdad. La encontraron viviendo en  la mayor pobreza y decidieron castigar por ello a Sidero que, enterada de que iban tras ella, se había refugiado en el templo de Hera. Sin embargo, Pelias la mató, desafiando las iras de la diosa.
     La venganza de Hera llegó muchos años después.. Pelias tenía un medio hermano, hijo de Tiro y de Creteo, que fue el padre de Jasón, y trató de matarlo enviándolo a buscar el Vellocino de Oro. Lo que ocurrió, sin embargo, es que Jasón fue indirectamente la causa de su muerte. A Pelias lo asesinaron sus hijas siguiendo las instrucciones de Medea, la esposa de Jasón.

Mitos breves, Edith Hamilton.


SÍSIFO

Este rey de Corinto vio un día por casualidad un enorme águila, más grande y majestuosa que ninguna de sus especie, que se llevaba a una doncella hasta una isla vecina. Cuando el dios-río Asopo llegó contándole que su hija Egina había sido secuestrada, Sísifo sospechó que aquéllo era obra de Zeus y fue a pedirle ayuda para encontrarla, contándole lo que había visto. De este modo atrajo sobre sí la ira implacable de Zeus. Como castigo, se le condenó intentar mover en el Hades, eternamente y montaña arriba, una roca que siempre rodaba hacia él, hacia abajo. Asopo tampoco consiguió nada: acudió hasta aquella isla, pero Zeus lo alejó con su trueno. La isla cambió su nombre por el de Egina y su hijo Éaco fue el abuelo de Aquiles, a quien en ocasiones se llamaba "el Aqueo", que quiere decir "descendiente de Éaco".

Mitos breves, Edith Hamilton.


sábado, 30 de marzo de 2013

SALMONEO

La historia de este hombre es otro ejemplo de lo mal que solían acabar los hombres que trataban de emular a un dios. Pero la estupidez de Salmoneo fue tal que se decía a menudo que se había vuelto loco: fingió ser Zeus. Se fabricó un carro que provocaba un fuerte estrépito metálico al moverse y, el día del festival de Zeus, lo condujo como un loco por toda la ciudad, lanzando teas y gritando a la gente que lo adorara porque él era Zeus el tonante. De inmediato, se produjo el estruendo de un auténtico trueno y se vio un haz de luz. Salmoneo cayó de su carro, muerto.
     Este relato se cuenta a menudo relacionándolo con los tiempos en que se practicaba la magia atmosférica. Salmoneo, segun este punto de vista, sería un mago que trataba de atraer las lluvias imitándolas, una dorma de encantamiento bastante habitual.

Mitos breves, Edith Hamilton.


RECO

Este joven vio un árbol que estaba a punto de derrumbarse y lo apuntaló. La dríade que lo habitaba, y que hubiera perecido de no ser por él, le ofreció concederle cualquier deseo que expresara. Él contestó que sólo quería su amor y ella accedió; luego, le ordenó que estuviera atento porque le enviaría un mensaje, con una abeja, para transmitirle sus deseos. Pero Reco se encontró a unos amigos y se le olvidó las palabras de la dríade, tanto que, al oír el zumbido de la abeja, le dio un manotazo y la hirió. Cuando volvió al árbol, la dríade lo dejó ciego, en castigo por haber tomado a la ligera sus palabras y por haberle hecho daño a su enviada.

Mitos breves, Edith Hamilton.


QUIRÓN

Este centauro, a diferencia de sus semejantes -criaturas feas y violentas-, era conocido en todas partes por su bondad y sabiduría, tanta que los héroes le confiaban a sus hijos pequeños para que los criara y educara. Aquiles fue su alumno, al igual que el gran médico Esculapio, el famoso cazador Acteón, y muchos otros. Fue el único centauro inmortal, y sin embargo murió y bajó al inframundo. Hércules fue, indirecta e involuntariamente, la causa de su muerte.
     Quirón se había detenido a ver a otro centauro amigo suyo, Folos, y, como estaba muerto de sed, lo convenció para que abriera una jarra de vino que era propiedad de todos los centauros. El aroma del maravilloso licor alertó a los otros de lo que había ocurrido y corrieron a vengarse del transgresor. Hércules los venció fácilmente a todos pero, durante el combante, hirió accidentalmente a Quirón, que estaba al margen de la pelea. La herida resultó ser incurable y finalmente Zeus permitió que Quirón muriera en lugar de vivir para siempre con dolor.

Mitos breves, Edith Hamilton.


LAS PLÉYADES

Eran las siete hijas de Atlas, y se llamaban Electra, Maya, Taígete, Alcíone, Mérope, Celeno y Astérope. Orión, enamorado, las cortejaba a todas, pero siempre se le escapaban. Él perseveró hasta que Zeus, compadeciéndose de ellas, las colocó en el cielo como estrellas. Pero se dice que incluso allí Orión continuó con su acoso, siempre inútil, aunque persistente. Mientras vivieron en la tiella, una de ellas, Maya, fue la madre de Hermes. Otra, Electra, tuvo a Dárdano, el fundador de la estirpe troyana. Aunque hay consenso en que eran siete, sólo se ven con claridad seis estrellas. La séptima es invisible excepto para los que disfrutan de una vista muy aguda.

Mitos breves, Edith Hamilton.


ORIÓN

Era un joven de gigantesca estatura, gran belleza y hábil cazador, que se enamoró de la hija del rey de Quío, y por su amor a ella acabó con todas las bestias salvajes de la isla. Siempre llevaba el botín de sus cacerías a su amada, a quien algunos autores llaman Ero y otros Mérope. Su padre, Enopión accedió a entregársela a Orión, pero se negaba a poner fecha para el enlace. Un día, estando Orión borracho, insultó a la doncella, y Enopión pidió ayuda a Dionisio para castigarlo. El dios lo sumió en un profundo sueño y Enopión aprovechó para sacarle los ojos.
     Un oráculo le dijo, sin embargo, que recuperaría la vista si viajaba hacia el este y dejaba que el sol naciente le cayera sobre los ojos. Orión se fue lo más hacia el levante que pudo, hasta Lemnos, y recuperó la vista. Regresó entonces a Quío para vengarse de Enopión, pero ya no lo encontró; abandonó la búsqueda y acabó en Creta viviendo como cazador de Artemis.
     Finalmente, fue esta diosa la que lo mató. Algunos dicen que Eos, también llamada Aurora, estaba enamorada de él, y que Artemis le disparó por celos. Otros sostienen que hizo enfadar a Apolo y que el dios engañó a su hermana para que lo matara. Tras su muerte, Orión encontró un lugar en el cielo en forma de constelación, y allí se le ve con cinturón, espada, garrote y una piel de león.

Mitos breves, Edith Hamilton.


NISO Y ESCILA

Niso, rey de Megara, tenía un mechón de cabello púrpura que le habían advertido que nunca debía cortarse: su trono sólo estaría seguro si lo conservaba. Incluso cuando Minos, el rey de Creta, sitió la ciudad, Niso pensaba que no iban a sufrir ningún daño mientras no perdiera su mechón.
     Su hija, Escila, que tomó la costumbre de observar a Minos desde lo alto de la muralla de su ciudad, acabó por enamorarse locamente de él, y no se le ocurrió otra forma de atraer su atención que llevarle el mechón púrpura de su padre con el que podría conquistar Megara. Así lo hizo: lo cortó mientras su padre dormía y, llevándoselo a Minos, confesó lo que había hecho. Él se apartó de ella horrorizado y la echó de su presencia. Conquistada la ciudad, cuando los cretenses estaban ya botando sus naves para volver a casa, Escila llegó corriendo a la orilla, y tirándose al agua agarró al timón del barco que llevaba a Minos.
     Pero en ese momento una gran águila se lanzó en picado sobre ella. Era su padre, a quien los dioses habían salvado convirtiéndolo en pájaro. Aterrada, la chica se soltó, y hubiera caído al agua si de repende no se hubiera convertido también en pájaro. Algún dios se compadeció de ella, a pesar de ser una traidora, porque si había pecado fue por amor.

Mitos breves, Edith Hamilton.


LOS MIRMIDONES

Fueron hombres creados a partir de las hormigas en la isla de Egina, durante el reinado de Éaco, el abuelo de Aquiles, y estuvieron junto a éste en la Guerra de Troya. No sólo eran frugales y trabajadores, como uno podría suponer por su origen, sino también valientes.
     Su transformación se debió a uno de los ataques de celos de Hera, enfadada porque Zeus estaba enamorado de Egina, la doncella que daba nombre a la isla cuyo hijo, Éaco, llegó a ser rey. Hera envió una temible peste que casuó miles de muertos entre el pueblo... parecía que nadie iba a sobrevivir. Éaco subió al alto templo de Zeus para rezarle, recordándole que era hijo suyo y de una mujer a la que había amado. Mientras imploraba al dios, vio un grupo de hormigas.
     -Oh, padre -rogó-, haz que mi pueblo sea tan numeroso como estas criaturas, y llena mi vacía ciudad.
     El sonido de un trueno pareció responderle y esa noche soñó que veía a las hormigas tomando forma humana. Al romper el día, su hijo Telamón lo despertó diciéndole que un gran ejército de hombres se acercaba al palacio. Éaco salió y vio una multitud, tantos como hormigas, todos proclamando que eran sus fieles súbditos. Así, Egina se repobló gracias a un hormiguero, y sus habitantes recibieron el nombre de mirmidones en honor a las hormigas (myrmex) de las cuales habían surgido.

Mitos breves, Edith Hamilton.


MÉROPE

Su marido, Cresfonte, hijo de Hércules y rey de Mesenia, resultó muerto en una rebelión junto a sus dos hijos. El hombre que le sucedió, Ponfonte, la tomó como esposa; pero ella había ocultado a su tercer hijo, Épito, en Arcadia. El muchacho volvió años después, vanagloriándose de haber asesinado a Épito, y así logró que Ponfonte lo recibiera amablemente. Su madre, sin embargo, sin saber quién era, se propuso matar al que tomaba por asesino de su hijo. Descubierta a tiempo la verdad, ambos mataron a Ponfonte y Épito se convirtió en rey.

Mitos breves, Edith Hamilton.


MELAMPO

Salvó y crió a dos pequeñas serpientes cuando sus criados mataron a los padres de éstas, y como mascotas ellas le recompensaron bien. Una vez, mientras dormía, se subieron a su cama y le lamieron las orejas. Melampo se despertó muy sobresaltado, y se dio cuenta de que entendía lo que se estaban diciendo dos pájaros que cantaban en su ventana. Las serpientes le habían dado el don de comprender el lenguaje de todas las criaturas voladoras y trepadoras. De este modo, aprendió a adivinar las cosas que nadie había podido ver jamás, y se convirtió en un famoso profeta.
     Su ciencia le salvó la vida en cierta ocasión, cuando unos enemigos lo apresaron y lo mantuvieron prisionero en una pequeña choza. Allí estaba, cuando oyó a dos gusanos decir que la viga del tejado estaba casi totalmente carcomida y que pronto caería aplastando todo lo que había debajo. Inmediatamente, se lo dijo a sus captores y pidió que lo trasladaran a otro lugar. Ellos hicieron caso, y el tejado se derrumbó inmediatamente. Entonces, le libertaron reconociendo su carácter de adivino y dándole grandes regalos.

Mitos breves, Edith Hamilton.


MARSIAS

La flata la inventó Atenea, pero la desechó porque para tocarla debía hinchar los carrillos y eso le desfiguraba el rostro. Marsias, un sátiro, la encontró y la tocó de un modo tan encantador que se atrevió a retar a Apolo a una competición. El dios ganó, por supuesto, y para castigar a Marsias por su audacia lo hizo despellejar.

Mitos breves, Edith Hamilton.

MARPESA

Esta doncella tuvo más suerte que la mayoría de las que recibían el amor de los dioses. Idas, uno de los héroes de la cacería del jabalí de Calidón y Argonauta a su vez, la robó de su casa a su padre con el consentimiento de ella. Habrían vivido felices para siempre, pero Apolo se enamoró de Marpesa. Idas se negó a entregársela e incluso se atrevió a luchar contra Apolo por ella. Zeus los separó y le dijo a la chica que eligiera a su preferido. Y Marpesa eligió quedarse con su mortal, sospechando, seguramente con razón, que el dios no le sería fiel.

Mitos breves, Edith Hamilton.


LINO

En la Ilíada se describe un viñedo con jóvenes y doncellas cantando, mientras recolectan el fruto, "una dulce canción de Lino". Éste era probablemente un lamento por el joven hijo de Apolo y Psámate, Lino, que fue abandonado por su madre, criado por los pastores, y, antes de convertirse en adulto, despedazado por los perros. Fue, como Adonis o Jacinto, uno de esos ejemplos de vida joven y bella que muere sin haber llegado a dar fruto. La palabra griega ailinon!, que significa "¡Que pena de Lino!" llegó a significar más o menos un lamento como "ay de mí". Había otro Lino, hijo de Apolo y una musa, que dio clases a Orfeo y trató de hacer lo mismo con Hércules, pero éste lo mató de un golpe.

Mitos breves, Edith Hamilton.


LETO

Leto (Latona en latín) era hija de los titanes Febe y Ceo. Zeus se enamoró de ella pero, cuando la muchacha estaba a punto de dar a luz, la abandonó por temor a la reacción de Hera. Todos los países e islas, temerosos también de la diosa, rehusaron recibirla o cederle un lugar donde pudiera nacer su hijo. Leto vagó y vagó, errando desesperada, hasta que llegó a un trozo de tierra que flotaba en el mar al pairo, agitado aquí y allá por las olas y los vientos. Se trataba de la isla de Delos, la más insegura de todas, y además árida y rocosa. Pero, cuando Leto puso un pie en ella y pidió refugio, la islita le dio la bienvenida amablemente, y en ese momento del fondo del mar surgieron cuatro pilares que la sujetaron firmemente, anclándola para siempre. Allí nacieron los hijos de Leto, Artemis y Apolo, y con el correr de los años el glorioso templo de Apolo se erigiría allí y seería visitado por hombres provenientes de todas partes del mundo. A la árida toca se la llamó "la isla construida por los cielos" y, de ser la más despreciada, se convirtió en la más célebre de las islas.

Mitos breves, Edith Hamilton.

IBICO Y LAS GRULLAS

Ibico no es un personaje mitoloógico, sino un poeta que vivió realmente en torno al año 550 a.de.C. De él sólo nos ha llegado unos cuantos fragmentos de sus poesías y la dramática historia de su muerte. Cerca de Corinto, lo atacó una banda de ladrones que lo hirió de muerte. Agonizando, Ibico llamó a una bandada de grullas que volaban sobre su cabeza y les pidió que lo vengaran. Poco después, sobre el teatro abierto de Corintio, donde se estaba representando una obra ante un auditorio lleno, apareció la bandada de grullas, planeando sobre la multitud, y de repente se oyó la voz de un hombre que gritó, presa de pánico: "Las grullas de Ibico, las vengadoras". El auditorio clamó a su vez: "¡Él es el asesino, se ha delatado!". Y atraparon al hombre y a sus compinches, y todos ellos fueron condenados a muerte.

Mitos breves, Edith Hamilton.


LAS HÍADES

Las híades, hijas de Atlas y medio hermanas de pléyades, eran las estrellas de la lluvia, y se decía que la atraían porque en las épocas en las que aparecen y desaparecen, en mayo y en noviembre, suelen ser las más húmedas. Eran seis, y Zeus las convirtió en estrellas para premiarlas por haber cuidado de Dionisio, al que les entregó cuando era bebé.

Mitos breves, Edith Hamilton.


HERO Y LEANDRO

Leandro era una joven de Abido, ciudad del Helesponto -el estrecho que separa Europa de Asia-, y Hero era sacerdotista de Afrodita en Sesto, en la orilla. Cada noche, Leandro cruzaba a nado hasta ella, guiado por una luz, que algunos dicen que era la del faro de Sesto y otros la de una antorcha que Hero colocaba en lo alto de la torre. Una noche de fuerte tormenta, el viento apagó la llama y Leandro pereció. Su cuerpo fue arrastrado hasta la orilla y Hero, al encontrarlo, se suicidó.

Mitos breves, Edith Hamilton.


ERICTONIO

Es la misma persona que Erectero. Homero sólo conocía a un hombre llamado así, pero Platón habla de dos. Erictonio, mitad hombre y mitad serpiente, era hijo de Hefesto y lo había criado Atenea. Ésta lo metió en un cofre y se lo entregó a las tres hijas de Cécrope, prohibiéndoles que lo abrieran. Las chicas, sin embargo, lo hicieron, y al ver la criatura con forma de serpiente se volvieron locas y se suicidaron tirándose desde la Acrópolis. Al crecer, Erictonio llegó a ser rey de Atenas. Tuvo un nieto con su mismo nombre y fue el padre del segundo Cécrope, y de Procris, Creúsa y Oritía.

Mitos breves, Edith Hamilton.

EPIMÉNIDE

Epiménide tiene un lugar en la mitología debido sólo al relato de un largo sueño suyo. Vivió en torno al año 600 a.de C. y se dice que cuando era niño y buscaba a una oveja perdida cayó vencido por el sueño que duró cincuenta y siete años. Cuando despertó, sin saber lo que le había pasado, siguió buscando su oveja, pero se encontró con que el mundo había cambiado. El oráculo de Delfos lo envió a purificar Atenas de una plaga que asolaba la ciudad. Los atenienses, agradecidos, le ofrecieron una gran recompensa en dinero y él la rechazó, diciendo que sólo deseaba que hubiera amistad entre Atenas y su propio hogar, Cnosos, la capital de Creta.

Mitos breves, Edith Hamilton.

DRÍOPE

Su historia, como muchas otras, muestra la tajante oposición de los griegos hacia el acto de destruir o dañar un árbol.
     Dríope fue un día. con su hermana Yole, a hacer guirnaldas para las ninfas en los alrededores de un estanque. Las acompañaba su hijito y, al ver cerca del agua un árbol de loto cuajado de flores, Dríope arrancó unas cuantas para complacer al niño. Horrorizada, vio que del árbol brotaban gotas de sangre: se trataba en realidad de la ninfa Lotis, que había adoptado esa forma huyendo de un perseguidor. Cuando Dríope, aterrada ante inquietante visión, intentó huir, no conseguía mover los pies: parecían haber enraizado en el suelo. Yole vio cómo comenzaba a crecerle una corteza que iba cubriéndola cuerpo arriba, hasta llegar casi al rostro. En ese momento llegaron al lugar el padre de las chichas y el marido de Dríope que, advertidos a gritos por Yole de lo que estaba ocurriendo, abrazaron el tronco que aún conservaba el calor del cuerpo y lo cubrieron de lágrimas. Dríope sólo tuvo tiempo de declarar que no había hecho daño intencionadamente y les rogó que llevaran al niño a menudo al árbol para jugar a su sombra, y que algún día contaran su historia para que pudiera pensar: "Aquí, en este tronco de árbol, se esconde mi madre".
     -Decidle también -rogó- que nunca arranque flores, y que piense que cada arbusto puede ser una diosa disfrazada.
     Luego ya no pudo hablar más; la corteza se cerró sobre su rostro. Se había ido para siempre.

Mitos breves, Edith Hamilton.

CLITIA

Su historia es única, puesto que en lugar de que un dios se enamore de una doncella que lo desdeña, es ella la que se enamora de un dios reticente. Clitia amaba al dios sol y él no sentía el más mínimo interés por ella. Así que se consumía sentada en el suelo, al raso, donde podía verlo, volviendo su rostro y siguiéndolo con los ojos mientras él surcaba los cielos. Y, mirando fijamente hacia el sol. se transformó en un girasol, la flor que siempre mira hacia el astro rey.

Mitos breves, Edith Hamilton.


CALISTO

Era hija de Licaön, un rey de Arcadia que había sido convertido en lobo como castigo a un gran pecado: había servido carne humana en la mesa de Zeus siendo el dios su invitado. Él se merecía el castigo, pero su hija, inocente de todo mal, sufrió tanto como él.
     Zeus la vio cazando en la comitiva de Artemis, se enamoró de ella y la hizo madre. Hera, en uno de sus terribles ataques de celos, convirtió a la doncella en una osa después de que naciera el niño. Cuando éste creció y salió a cazar, la diosa colocó a Calisto ante él, tratando de que disparara a su propia madre, de lo que por supuesto el joven era ignorante. Pero Zeus se llevó a la osa y la situó entre las estrellas, donde se llama la Osa Mayor. Más tarde, su hijo Árcade ocupó un lugar junto a ella, y se llama la Osa Menor. Hera, enfurecida porque su rival se le concediera tanto honor, convenció al dios del mar de que prohibiera a las osas descender al océano como las demás estrellas. Y por eso son las únicas constelaciones que nunca aparecen por debajo del horizonte.

Mitos breves, Edith Hamilton.

BITÓN Y CLEOBÍS

Eran hijos de Cídipe, una de las sacerdotistas de Hera. Esta mujer deseaba ardientemente ir a Argos para ver la estatua de la diosa que había hecho el gran escultor Policleto el Viejo, a quien se comparaba con su contemporáneo más joven, Fidias. Argos estaba demasiado lejos para ir caminando y no tenían caballos ni bueyes que tiraran de un carro. Pero sus dos hijos resolvieron cumplir su deseo y ellos mismos se engancharon a un carro y tiraron de ella hasta Argos, en medio de todo el polvo y el calor. Al llegar, todos admiraron la devoción filial de Bitón y Cleobís y la madre, orgullosa y felíz, llegó ante la estatua de Hera y le pidió que concediera a sus hijos el mejor regalo posible. Cuando acabó su plegaria, los dos muchachos cayeron al suelo. Sonreían y parecían tranquilamente dormidos, pero estaban muertos.

Mitos breves, Edith Hamilton.


AURORA Y TITONO

La historia de estos dos se menciona en la Ilíada:

La Aurora del lecho que ocupaba junto al admirable Titono
Se levantaba para llevar la luz de los inmortales y los humanos.


     Este Titono, el marido  de Aurora, la diosa del amanecer, le dio un hijo, el príncipe de piel oscura Memnón de Etiopía, que murió en Troya combatiendo en el bando de los troyanos. También su padre, Titono, tuvo un extraño destino. Aurora le pidió a Zeus que lo hiciera inmortal y éste accedió, pero ella no se había acordado de pedirle que también le conservara la juventud. Así que Titono iba envejeciendo, pero no podía morirse. Ya paralizado, incapaz de mover una mano o una pierna, suplicaba que le llegara la muerte, pero no había alivio: tenía que seguir viviendo eternamente, cada vez con la carga de más años encima. Finalmente, compadecida, la diosa lo acomodó en una habitación, cerró la puerta y lo dejó allí balbuceando palabras sin sentido. Su mente se había ido a la vez que la fuerza corporal, y ya no era sino el pello reseco de un hombre.
     Otra historia dice que se encogió y encogió hasta que finalmente Aurora, que era práctica y de buen conformar, lo convirtió en la flaca y ruidosa cigarra.
     En honor a Memnón, su hijo, se le erigió una magnífica estatua en Tebas, y se dice que, cuando los primeros rayos del amanecer caen sobre ella, produce un sonido que recuerda al tañido de un arpa.

Mitos breves, Edith Hamilton.

viernes, 29 de marzo de 2013

ARISTEO

Era el guardián de las abejas, hijo de Apolo y de la nereida Cirene. Por causas desconocidas, todas sus abejas murieron  y entonces él acudió a su madre en demande de ayuda. Cirene le dijo que Proteo, el sabio y anciano dios del mar, era quien podía enseñarke a prevenir otra catástrofe de ese tipo, pero sólo lo haría bajo coacción. Aristeo tenía que atraparlo y mantenerlo sujeto, tarea bien difícil como ya había averiguado Menelao cuando volvía de Troya. Proteo tenía el poder de convertirse en todo tipo de cosas distintas. Sin embargo, si su captor mostraba la determinación suficiente como para no soltarlo durante todas esas transformaciones, acababa por rendirse y concedía lo que se le pidiera.
Así que Aristeo acudió al refugio favorito de Proteo, la isla de Faros (o los Cárpatos, como señalaban otros autores). Allí apresó al escurridizo dios y no lo soltó a pesar de las terribles formas que fue adoptando, hasta que se desanimó y volvió a su propia forma. Entonces, le dijo a Aristeo que hiciera un sacrificio a los dioses y dejara los cuerpos de los animales muertos en el altar. Nueve días más tarde debía regresar y examinarlos. Aristeo obedeció y al noveno día se encontró con un milagro: sobre uno de los cadáveres zumbaba un gran enjambre de abejas. Y nunca más tuvo que preocuparse porque sus insectos sufrieran de ninguna epidemia o mal.

Mitos breves, Edith Hamilton.

ARIÓN

Al parecer, fue una persona real y vivió hacia el año 700 a.de C., pero ninguno de sus poemas ha llegado hasta nosotros, y todo lo que se sabe en realidad de él es la historia de como escapó de la muerte, que es una historia bastante mitológica.
     Arión había viajado desde Corinto hasta Sicilia para tomar parte en una competición musical; era todo un virtuoso de la lira y ganó el premio. En el viaje de vuelta a casa, los marineros deseando robarle el galardón, hicieron planes para matarlo, pero Apolo se le pareció en sueños, le contó el peligto que corría y le dijo cómo podía salvarse. Cuando los marinos lo atacaron Arión les pidió como última gracia que lo dejasen cantar una canción acompañado de la lira, y al terminarla, se arrojó al mar. Allí lo recojieron los delfines, que rodeaban el barco atraídos por la música, y lo mantuvieron a flote hasta dejarlo en tierra firme.

Mitos breves, Edith Hamilton.

ARACNE

Sólo el poeta latino Ovidio cuenta esta historia, de ahí que se usen los nombres latinos de los dioses.

El triste destino de una doncella fue otro ejemplo de lo peligroso que era creerse igual a los dioses en algo. Minerva era la tejedora del Olimpo igual que Vulcano era el herrero. Lógicamente, ella consideraba que sus tejidos eran inigualables en exquisitez y belleza, y se ofendió mucho cuando una simple campesina llamada Aracne afirmó que su trabajo era superior. La diosa acudió de inmediato a la cabaña donde vivía la campesina y la retó a una competición. Aracne aceptó. Ambas colocaron sus telares y extendieron la urdimbre sobre ellos. Luego empezaron a trabajar, con grandes montones de bellos hilos coloreados como el arcoiris, y hebras de oro y plata a su lado. Minerva hizo su mejor trabajo y el resultado fue una maravilla, pero el de Aracmme que terminó a la vez que la diosa, no era en un modo inferior. Así que Minerva, en un ataque de furia, rasgó la tela de arriba a abajo y golpeó a la muchacha en la cabeza con la lanzadera. Aracne humillada, mortificada y terriblemente furiosa se ahorcó. Entonces Minerva se arrepintió un poquito, descolgó el cuerpo y lo roció con un líquido mágico. Aracne se transformó en una araña, y desde entonces conservó su destreza como tejedora.

Mitos breves, Edith Hamilton.


ANTÍOPE

Una princesa de Tebas, llamada Antíope, dio a luz a dos hijos de Zeus, Zeto y Anfión. Temiendo la ira de su padre, abandonó a los niños en una montaña solitaria en cuanto nacieron, pero fueron descubiertos por un pastor que se los llevó a su hogar. El rey de Tebas de aquella época, Lico, y su esposa Dirce, trataron a Antíope con una gran crueldad, hasta que ella decidió huir. En cierto momento, llegó a la cabaña donde vivían sus hijos, que de algún modo la reconocieron  -o ella a ellos- y, reuniendo a un grupo de amigos, fueron al palacio a vengarla. Mataron a Lico y a Dirce le dieron una muerte horrible: la ataron de los pelos a un toro. Luego, los dos hermanos arrojaron su cuerpo al manantial que desde entonces lleva su nombre.

Mitos breves, Edith Hamilton.

AMIMONE

Era una de las danaides. Su padre la envió a buscar agua y un sátiro que la vio, empezó a perseguirla. Poseidón oyó que gritaba pidiendo ayuda, se enamoró de ella, la salvó del sátiro y, con su tridente, hizo brotar en su honor el manantial que lleva su nombre.

Mitos breves, Edith Hamilton.

LAS AMAZONAS

Esquilo las llamaba "las amazonas guerreras, las enemigas de los hombres". Eran una nación de mujeres guerreras que, según se cree, vivían en la zona del Cáucaso. Su principal ciudad fue Temiscira. Resulta bastante curioso que los artistas se inspiraran en ellas para sus cuadros y estatuas, más que para escribir; a pesar de que nos resultan tan familiares, hay muy pocas historias en las que sean protagonistas. Invadieron Licia y allí las venció Belerofontes. Invadieron Frigia siendo joven Príamo, y Ática durante el reinado de Teseo, porque éste las derrotó. En la Guerra de Troya combatieron a los griegos bajo el mando de su reina, Pentesilea, según una historia que se cuenta no en la Ilíada, sino en una obra de Pausanias. Éste dice Pentesilea murió a manos de Aquiles y éste lloró al verla yacer muerta, tan joven y tan bella.

Mitos breves, Edith Hamilton.

AMALTEA

Según una historia, fue la cabra con cuya leche se alimentó al niño Zeus, y según otra era la ninfa  propietaria de la cabra. Se dice que tenía un cuerno que siempre se encontraba lleno de la comida o bebida que uno deseara, el cuerno de la abundancia (en latín cornu copiae, de ahí el nombre de "cornucopia" en la mitología romana). Pero los latinos decían que la cornucopia era el cuerno de Aqueloo, el dios-río, y que Hércules se lo rompió cuando luchó contra él en forma de toro. Siempre estuve mágicamente lleno de frutas y flores.

Mitos breves, Edith Hamilton.