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Debido a la escasez de tiempo por asuntos escolares entre otros, dedicaré a proveer información de la autora Edith Hamilton de su libro Mitología una hora como mínimo todos los días. Este blog se irá construyendo poco a poco, les pido paciencia.
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sábado, 30 de marzo de 2013

RECO

Este joven vio un árbol que estaba a punto de derrumbarse y lo apuntaló. La dríade que lo habitaba, y que hubiera perecido de no ser por él, le ofreció concederle cualquier deseo que expresara. Él contestó que sólo quería su amor y ella accedió; luego, le ordenó que estuviera atento porque le enviaría un mensaje, con una abeja, para transmitirle sus deseos. Pero Reco se encontró a unos amigos y se le olvidó las palabras de la dríade, tanto que, al oír el zumbido de la abeja, le dio un manotazo y la hirió. Cuando volvió al árbol, la dríade lo dejó ciego, en castigo por haber tomado a la ligera sus palabras y por haberle hecho daño a su enviada.

Mitos breves, Edith Hamilton.


viernes, 29 de marzo de 2013

ARISTEO

Era el guardián de las abejas, hijo de Apolo y de la nereida Cirene. Por causas desconocidas, todas sus abejas murieron  y entonces él acudió a su madre en demande de ayuda. Cirene le dijo que Proteo, el sabio y anciano dios del mar, era quien podía enseñarke a prevenir otra catástrofe de ese tipo, pero sólo lo haría bajo coacción. Aristeo tenía que atraparlo y mantenerlo sujeto, tarea bien difícil como ya había averiguado Menelao cuando volvía de Troya. Proteo tenía el poder de convertirse en todo tipo de cosas distintas. Sin embargo, si su captor mostraba la determinación suficiente como para no soltarlo durante todas esas transformaciones, acababa por rendirse y concedía lo que se le pidiera.
Así que Aristeo acudió al refugio favorito de Proteo, la isla de Faros (o los Cárpatos, como señalaban otros autores). Allí apresó al escurridizo dios y no lo soltó a pesar de las terribles formas que fue adoptando, hasta que se desanimó y volvió a su propia forma. Entonces, le dijo a Aristeo que hiciera un sacrificio a los dioses y dejara los cuerpos de los animales muertos en el altar. Nueve días más tarde debía regresar y examinarlos. Aristeo obedeció y al noveno día se encontró con un milagro: sobre uno de los cadáveres zumbaba un gran enjambre de abejas. Y nunca más tuvo que preocuparse porque sus insectos sufrieran de ninguna epidemia o mal.

Mitos breves, Edith Hamilton.