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Debido a la escasez de tiempo por asuntos escolares entre otros, dedicaré a proveer información de la autora Edith Hamilton de su libro Mitología una hora como mínimo todos los días. Este blog se irá construyendo poco a poco, les pido paciencia.
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sábado, 30 de marzo de 2013

RECO

Este joven vio un árbol que estaba a punto de derrumbarse y lo apuntaló. La dríade que lo habitaba, y que hubiera perecido de no ser por él, le ofreció concederle cualquier deseo que expresara. Él contestó que sólo quería su amor y ella accedió; luego, le ordenó que estuviera atento porque le enviaría un mensaje, con una abeja, para transmitirle sus deseos. Pero Reco se encontró a unos amigos y se le olvidó las palabras de la dríade, tanto que, al oír el zumbido de la abeja, le dio un manotazo y la hirió. Cuando volvió al árbol, la dríade lo dejó ciego, en castigo por haber tomado a la ligera sus palabras y por haberle hecho daño a su enviada.

Mitos breves, Edith Hamilton.


DRÍOPE

Su historia, como muchas otras, muestra la tajante oposición de los griegos hacia el acto de destruir o dañar un árbol.
     Dríope fue un día. con su hermana Yole, a hacer guirnaldas para las ninfas en los alrededores de un estanque. Las acompañaba su hijito y, al ver cerca del agua un árbol de loto cuajado de flores, Dríope arrancó unas cuantas para complacer al niño. Horrorizada, vio que del árbol brotaban gotas de sangre: se trataba en realidad de la ninfa Lotis, que había adoptado esa forma huyendo de un perseguidor. Cuando Dríope, aterrada ante inquietante visión, intentó huir, no conseguía mover los pies: parecían haber enraizado en el suelo. Yole vio cómo comenzaba a crecerle una corteza que iba cubriéndola cuerpo arriba, hasta llegar casi al rostro. En ese momento llegaron al lugar el padre de las chichas y el marido de Dríope que, advertidos a gritos por Yole de lo que estaba ocurriendo, abrazaron el tronco que aún conservaba el calor del cuerpo y lo cubrieron de lágrimas. Dríope sólo tuvo tiempo de declarar que no había hecho daño intencionadamente y les rogó que llevaran al niño a menudo al árbol para jugar a su sombra, y que algún día contaran su historia para que pudiera pensar: "Aquí, en este tronco de árbol, se esconde mi madre".
     -Decidle también -rogó- que nunca arranque flores, y que piense que cada arbusto puede ser una diosa disfrazada.
     Luego ya no pudo hablar más; la corteza se cerró sobre su rostro. Se había ido para siempre.

Mitos breves, Edith Hamilton.